El volante bimasa es sin duda uno de los componentes más importantes de las últimas décadas. Esta innovación, desarrollada por LuK, el especialista en transmisión de Schaeffler, y lanzada en 1985, abrió la puerta al desarrollo de toda una generación de motores, gracias a su inigualable capacidad para aislar la transmisión de las vibraciones del motor. Vamos a conocer sus fundamentos en este post de El blog del taller mecánico.
Así empezó todo
Recién comenzada la década de 1980, los motores diésel estaban aún muy lejos de desarrollar su potencial. La crisis del petróleo había puesto de manifiesto que el petróleo era un recurso limitado, y era necesario reducir el consumo de combustible. La industria esperaba ansiosa esa pequeña revolución tecnológica que permitiera optimizar las mecánicas, sobre todo las diésel. Esta revolución consistió en recuperar un concepto muy antiguo, el de la inyección directa del combustible en la cámara de combustión. Como resultado, la industria comenzó a lograr motores más eficientes, más potentes y más limpios, tal y como demandaba el mercado.
Los peros de la inyección directa
Y es que esta tecnología, que incorporó por primera vez el Mercedes 300 SL “alas de gaviota” allá por los años 50, ofrecía numerosas ventajas aplicada a las mecánicas diésel. Una enorme entrega de par y una potencia inusitada combinadas con consumos de récord, dejaron claro que éste era el camino a seguir. Sin embargo, las mecánicas diésel de inyección directa tenían ciertos problemas asociados a sus virtudes. Ese elevado rendimiento se traducía en unas elevadas exigencias en materia de aislamiento. Y no hablamos de ruido, hablamos de las vibraciones que, generadas en el motor, afectan a toda la cadena cinemática, a través de un componente clave: el embrague.

Aislar el motor
Como ya sabréis, el embrague es el componente encargado de interrumpir y modular la potencia del motor durante el arranque y los cambios de marcha. Pero también, y no menos importante, de reducir las vibraciones rotacionales que llegan a la transmisión provenientes del motor, y que se producen fundamentalmente durante las variaciones de par. Para ello, se sirve de la amortiguación torsional que proporcionan los muelles ubicados en el disco, además del propio material de fricción. Éste es el concepto de embrague que, con ciertas variaciones, ha bastado para ofrecer unos niveles de aislamiento aceptables durante años. Sin embargo, los niveles de amortiguación que ofrecía eran insuficientes ante la llegada de los nuevos propulsores de inyección directa.
Los efectos de las vibraciones
Sin un concepto de embrague capaz de ofrecer el nivel adecuado de aislamiento, los efectos para la cadena cinemática son nefastos. Las vibraciones del motor pasan masivamente a la transmisión, comprometiendo seriamente el confort de marcha de los ocupantes y, lo que es más importante, generando un estrés sobre la mecánica. Además, está el asunto del régimen de giro. Las vibraciones se producen especialmente cuando el motor gira a bajas revoluciones, lo que impide aprovechar los regímenes de giro inferiores, que son los que menos consumen y contaminan.

La solución tiene dos masas
El final de todos estos inconvenientes llegó en 1985 con el lanzamiento del primer volante bimasa, desarrollado por LuK, el especialista en transmisión de Schaeffler, para el BMW 324d E30. Su principio de funcionamiento es simple: para amortiguar las vibraciones del motor, recurre a dos masas circulares que rotan entre sí conectadas por un sistema de amortiguación de muelles helicoidales, que recogen y absorben las vibraciones. Esta sencilla pero ingeniosa solución abrió el camino a toda una generación de propulsores, que ya no tenían que hacer frente a las limitaciones que implicaban las vibraciones a bajo régimen. De este modo, la década de 1990 vio florecer, entre otros, los populares Tdi, diesel de inyección directa del grupo VAG, que ofrecían nuevas cotas en materia de prestaciones y consumos.
Bimasa: una solución global
En la actualidad, esta tecnología se ha estandarizado en la industria del automóvil, hasta el punto de que ya en 2015 se habían fabricado más de 100 millones de volantes bimasa. Presente en cajas de cambio manuales o automatizadas en s es sin duda la innovación más importante en materia de transmisión en los últimos años, adoptada por turismos y vehículos comerciales de todos los segmentos. Schaeffler no ha cesado de evolucionar este componente para mejorar aún más sus cualidades, contribuyendo así a que los automóviles modernos sean cada vez más limpios y sostenibles.
Si quieres conocer la oferta de componentes y soluciones de mantenimiento que Schaeffler ofrece al mercado de la posventa bajo la marca LuK, no olvides visitar www.schaeffler.es.